
AUTOR: Edgar Allan Poe
ACTIVIDAD: Lee la información sobre la vida y obra del autor y recoge por escrito los datos más importantes (época, país, géneros más cultivados, alguna de sus obras más emblemáticas...)
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GÉNERO: Cuento de terror
El corazón delator de Edgar Allan Poe
Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.
Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.
Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.
Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.
Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:
-¿Quién está ahí?
Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.
Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.
Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.
Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.
Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.
¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.
Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.
Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.
Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!
Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?
Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.
Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.
Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.
Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!
-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí! ¡Donde está latiendo su horrible corazón!
Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.
Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.
Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente.
Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:
-¿Quién está ahí?
Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.
Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.
Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.
Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.
Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.
¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.
Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.
Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.
Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!
Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?
Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.
Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.
Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.
Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!
-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí! ¡Donde está latiendo su horrible corazón!
Reflexionando...
* ¿Quién es el narrador? ¿Por qué cuenta la historia? ¿Qué lo caracteriza y cómo se nota en la narración?
*¿Qué sensaciones especiales le obligan a actuar?
*¿Qué ha hecho y cómo se descubre?
*¿Coincide el tiempo de la narración con el tiempo en que ocurrieron los hechos?
*¿Cómo se consigue crear tensión?
* Opinión personal
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¿Quién es el narrador? ¿Por qué cuenta la historia? ¿Qué lo caracteriza y cómo se nota en la narración?
ResponderEliminarEl narrador es un hombre que está loco. Cuenta la historia porqué quiere demostrarnos que no está loco. Lo caracteriza que es un hombre con muchas manías y muy nervioso, se nota porqué al verle el ojo del hombre viejo y tiene ganas de matarle, oye ruidos i le molestan exageradamente, etc. . .
¿Qué sensaciones especiales le obligan a actuar?
Le obliga a actuar la sensación de ira, odio, furia contra el ojo del viejo.
¿Qué ha hecho y cómo se descubre?
Después de ir cada noche a la habitación del viejo y encontrar el ojo cerrado, el octavo día el hombre se despierta y cuando se vuelve a tumbar en la cama le enfoca la linterna y al verle el ojo la furia hace que lo mate.
Lo descubren porqué cuando la policía llega a su casa diciendo que un vecino ha oído un grito él dice que el hombre viejo está en el campo y invita a los agentes a pasar cuando están sentados en unas sillas sobre los tablones que había utilizado para esconder el cuerpo, un ruido como los latidos de un corazón se le hace insoportable y a l final cuando no aguanta más ese ruido confiesa pensando que los policías ya lo sabían.
¿Coincide el tiempo de la narración con el tiempo en que ocurrieron los hechos?
No, el hombre que narra los hechos, cuenta lo sucedido.
¿Cómo se consigue crear tensión?
La tensión se crea cuando está a punto de matar al viejo y se acelera el ritmo de la lectura. También crea tensión en el momento en que está ablando con los policías y se va poniendo nervioso por el ruido que oye, asta que confiesa.
Opinión personal
Es una narración interesante, pero no me ha convencido el final, encuentro que es un poco forzado y pienso que en la realidad, el asesino, no hubiera confesado.
Ficha del autor:
Lugar y fecha de nacimiento: Boston, 19 de enero de 1809
Lugar y fecha de defunción: Baltimore, 7 de octubre de 1849
Oficio: fue un escritor, poeta, crítico y periodista romántico estadounidense
Género mas cultivado: Relato corto
Obras más emblemáticas (entre otras):
·"El cuervo" (poema)
·"Los crímenes de la calle Morgue" (cuento)
·"El gato negro" (cuento)
·"El corazón delator" (cuento)
·"Annabel Lee"(poema)
·La narración de Arthur Gordon Pym (novela)
Nombre: Pau Ferrer Almirall
Grupo: 3r E
*¿Quien es el narrador?¿Por qué cuenta la historia?¿Qué lo caracteriza y cómo se nota en la narración?
ResponderEliminarEl narrador está en primera persona y es un loco. Cuenta la historia para relatar la forma como mató al viejo, como lo ponía de nervioso y como se delató. Se carteriza por su forma de repetir las frases.
*¿Qué sensaciones especiales le obligan a actuar?
Le pone muy nervioso el ojo del viejo, básicamente es la única razón por la cuál quiere matarlo. Dice que es de un azul pálido nublado que le hace tener escalofríos y quedarse helado.
*¿Qué ha hecho y cómo se descubre?
Mata al viejo tiráncole la cama encima, después lo descuartiza y lo esconde bajo unos tableros. Cuándo trae a unos policías justo allí y, además, empieza a sentir el latido del muerte, se pone muy nervioso y acaba por delatarse para librarse de aquella angustia.
*¿Coincide el tiempo de la narración con el tiempo en el que ocurrieron los hechos?
No coincide, la historia está relatada en pasado, no justo en el momento en el que pasan los hechos.
*¿Cómo se consigue crear tensión?
La forma que, como ya he dicho antes, tiene el loco de repetir algunas frases consigue crear tensión.
*Opinión personal.
Los cuentos de E.A.P. me gustan bastante, porque crean una espécie de sensación de "querer saber que pasa después de esto" que te casi se podría decir que te obliga a seguir leyendo para poder acabar y sacarte esa tensión de encima. El hecho de que sean relatos cortos también ayuda en este punto.
* ¿Quién es el narrador? ¿Por qué cuenta la historia? ¿Qué lo caracteriza y cómo se nota en la narración?
ResponderEliminarEl narrador es el protagonista, un hombre loco. Cuenta la história para demostrar que no esta loco, relata los hechos sobre como mató al viejo.
Lo caracteriza el hecho de querer demostrar que no esta loco, pero demuestra todo lo contrario. Lo hace repitiendo mucho las mismas frases y diciéndolas con mas énfasis.
*¿Qué sensaciones especiales le obligan a actuar?
Le obligan a actuar sus nervios. Le irrita y le pone muy nervioso que el viejo clave su mirada en él con ese ojo.
*¿Qué ha hecho y cómo se descubre?
El loco ha matado al viejo. Se le descubre porque llega la policía a casa y le dicen que han escuchado unos gritos. El les da permiso para inspeccionar la casa y al estar seguro de que no encontrarían nada les invita a tomar un té. La policía acepta. Pero el loco, dice oir el latido del corazon del viejo y se empieza a poner muy nervioso hasta que ya no puede más con el tormento y se delata.
*¿Coincide el tiempo de la narración con el tiempo en el que ocurrieron los hechos?
No, el narrador cuenta lo que ya ha pasado. Como si lo recordara.
*¿Cómo se consigue crear tensión?
El narrador consigue crear tension a partir de su forma particular de relatar los hechos, con sus repeticiones y también cuándo nos describe el ojo observador y el sonido de los latidos del corazón una vez está ya muerto.
* Opinión personal
Este historia me ha gustado, ya que ha conseguido crearme un estado de tensión duranta gran parte del relato. También me ha gustado porque el final no es decepcionante, sino que está bien.
* ¿Quién es el narrador? ¿Por qué cuenta la historia? ¿Qué lo caracteriza y cómo se nota en la narración?
ResponderEliminarEl narrador es un loco que cuenta como mató a un viejo. Cuenta la historia para demostrar que no está loco (aunque leyendo la historia, uno se da cuenta de que está como una cabra).Tiene un carácter muy nervioso, y eso le lleva repetir lo que dice.
*¿Qué sensaciones especiales le obligan a actuar?
Él cuenta que no tiene nada en contra del viejo, excepto uno de sus ojos (al que él llama "ojo de buitre")el qual le hiela la sangre. Ése es el motivo que le incita a matar al viejo.
*¿Qué ha hecho y cómo se descubre?
La octava noche que va a ver el viejo en su habitación lo mata porque tiene el ojo abierto.
Para ocultar el cuerpo, lo descuartiza y lo esconde bajo unos tablones de la habitación del viejo. Justo cuando acaba su trabajo, llaman a la puerta unos policías. Les invita a que investiguen en la casa y luego les hace descansar en la habitación del viejo. El loco confía plenamente en su truco así que no teme nada, pero gradualmente va escuchando cada vez más fuerte el latido del corazón del viejo, hasta que al final se descubre a si mismo.
*¿Coincide el tiempo de la narración con el tiempo en que ocurrieron los hechos?
No, el narrador nos cuenta unos hechos que ocurrieron en el pasado.
*¿Cómo se consigue crear tensión?
Con la manera en que el loco cuenta la historia, es decir, la manía que tiene de repetir las frases.
* Opinión personal
El cuento me ha gustado bastante, aunque nos es de los que más me gustan de este autor.
Además la historia es poco creíble.
* ¿Quién es el narrador? ¿Por qué cuenta la historia? ¿Qué lo caracteriza y cómo se nota en la narración?
ResponderEliminarEl narrador es un señor enfermo, muy loco, aunque él no lo afirme. Cuenta la historia para que creamos que no está loco, pero sí que lo está. Lo caracteriza el hecho de que siempre está nervioso, muy nervioso.Se nota porque cuenta la historia de manera muy rápida, utilizando frases muy cortas, con muchos signos de puntuación.
*¿Qué sensaciones especiales le obligan a actuar?
Le obligan a actuar los nervios que tiene cada vez que ve el ojo del viejo,un ojo que cuando le miraba le helaba la sangre y así, poco a poco decidió eliminarlo para siempre. Amás cree que siente el latido de su corazón. A parte de eso, dice que no tiene nada en contra del viejo.
*¿Qué ha hecho y cómo se descubre?
Ha matado al viejo. Para ello,observó durante una semana al viejo atentamente i la noche del octavo día lo mató, después lo escuartizó y lo escondio debajo de tres tablones del piso de la habitación. Se descubre cuando una vez los policias han investigado toda la casa, él se delata cuando siente el latido del corazón del viejo y confiesa que lo ha matado.
*¿Coincide el tiempo de la narración con el tiempo en que ocurrieron los hechos?
No, los hechos los explica el narrador como una historia en el pasado.
*¿Cómo se consigue crear tensión?
De la manera como el narrador explica los hechos, repitiendo las cosas y los sonidos que oye. También haciendo preguntas, utilizando muchos puntos suspensivos y con el uso de palabras y expresiones que sirven para demostar miedo.
* Opinión personal
Este cuento no me ha gustado mucho ya que es muy similar al gato negro que leimos el año pasado, y ademas no es muy creible... No creo que el asesino por muy loco que esté se acabe delatando.
Marc Montané
¿Quién es el narrador? ¿Por qué cuenta la historia? ¿Qué lo caracteriza y cómo se nota en la narración?
ResponderEliminarEl narrador es un hombre que esta loco,la historia la cuenta que el dice que no esta loco,es un hombre con muchas manias y muy nervioso y olle por la noche olle que el corazon como le bate y le da cosa el ojo de viejo y lo quiere matar pero el hombre exagera mucho las cosas...
¿Qué sensaciones especiales le obligan a actuar?
El cree que el ojo del viejo le tiene furia maldadt y tiene de actuar.
¿Qué ha hecho y cómo se descubre?
Porque el loco ha matado al viejo y lo sabieron porque los vecinos olleron gritos y bino la policia a la casa.
¿Coincide el tiempo de la narración con el tiempo en que ocurrieron los hechos?
No,porque el narrador nos ha explicado que era en el pasado esta historia.
¿Cómo se consigue crear tensión?
El narrador consigue crear tension con sus cosas que no explican en la historia y también cuándo nos dice como es el ojo lo obserbaba muy bien y hoi a el ruido del corazon,una vez está ya muerto
* ¿Quién es el narrador? ¿Por qué cuenta la historia? ¿Qué lo caracteriza y cómo se nota en la narración?
ResponderEliminarEl narrador es un hombre que está loco. Cuenta la historia para demostrar a la gente que no lo está,en ella explica como llevó a cabo la muerte del viejo. Es un hombre con unas manías muy raras, parece nervioso, y por ello repite mucho las frases.
*¿Qué sensaciones especiales le obligan a actuar?
Aunque asegura que no tiene nada contra el viejo, no soporta su ojo color celeste. Que el viejo clave su mirada en él,le pone muy nervioso, y eso le lleva a la idea de querer matarlo.
*¿Qué ha hecho y cómo se descubre?
El loco acaba matando al viejo. Se descubre porque unos policías llegan a su casa, ya que habían escuchado unos gritos. El hombre sin ningún miedo,les invita a inspeccionar su casa ya que esta seguro de que no encontraran ninguna pista de la muerte del viejo. Es tanta su seguridad de que no descubrirán nada,que incluso invita a los policías a tomar un té. Estando sentado,el loco empieza a escuchar el latir del corazón del viejo,se empieza a poner muy,muy nervioso y al final,el mismo se delata.
¿Coincide el tiempo de la narración con el tiempo en que ocurrieron los hechos?
No.El loco explica la historia en pasado.
*¿Cómo se consigue crear tensión?
Que el mismo loco cuente los hechos,con su forma peculiar de repetir frases,y describir cada sonido que escucha,o objeto que ve, con tantos detalles.
* Opinión personal
La historia me ha gustado bastante. Principalmente por la manera en la que estaba escrita. Que fuera el mismo loco quien la explicara creaba tensión.El final me ha parecido original.
¿Quién es el narrador? ¿Por qué cuenta la historia? ¿Qué lo caracteriza y cómo se nota en la narración?
ResponderEliminarEl narrador es un hombre que esta loco. Cuenta la historia para demostrar que no esta loco y que goza de sus 5 sentidos, explica paso a paso como llevó acabo la muerte del viejo. El hombre es muy nervioso y por eso repite tanto las frases.
¿Qué sensaciones especiales le obligan a actuar?
El asegura que no tiene nada en contra del viejo pero si que le molesta mucho su ojo. Lo compara con el ojo de un buitre... Un ojo con color celeste y velado por una tela. Al hombre no le gusta nada que clave su mirada en el.
¿Qué ha hecho y cómo se descubre?
El hombre logra matar al viejo y por fin desacerse de ese ojo que le molestaba tanto. Los vecinos escucharon unos gritos y ellos dieron parte a la policía. La policía van hacerles una visita, el hombre sin miedo alguno les invita a hacer una inspección por toda la casa. El estaba seguro de que no iban a encontrar nada relacionado con la muerte del viejo. Esta muy seguro de que hizó todas las cosas bien y que no le podran descubrir que inclusó invita a los policías a tomarse un té junto a el. Todos una vez sentados el hombre empieza a escuchar el latir del corazón del viejo el hombre se empezó a poner cada vez mas nervioso y poco a poco fue relatando como llevó acabo la muerte del pobre viejo.
¿Coincide el tiempo de la narración con el tiempo en que ocurrieron los hechos?
No. El hombre narra todo lo sucedio en tiempo pasado.
¿Cómo se consigue crear tensión?
Crea tensión cuando el empieza a narrar todo lo sucedido sin olvidarse de ningun detalle.
Opinión personal
La historia es muy interesante y me ha gustado mucho. Es muy original principalmente por la forma de relatar todos los hechos y crear ese momento de tensión.
Ficha del autor:
ResponderEliminar*Lugar de nacimiento: Boston.
*Fecha de nacimiento: 19 de enero de 1809.
*Lugar de nacimiento: Baltimore.
*Fecha de defunción: 7 de octubre de 1849.
*Oficio: Escritor, poeta, crítico y periodista romántico estadounidense.
*Género mas cultivado: Los relatos cortos, Fue renovador de la novela gótica y recordado especialmente por sus cuentos de terror.
*Obras emblemáticas:
- Tamerlane and Other Poems (1827).
- Historias para no dormir.
- El cuervo.
- Los crímenes de la calle Morgue .
- El corazón delator.